LIBERADA

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LIBERADA
10 dic 2020
Relatos Autobiográficos
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Atrapada. Si tuviera que resumir 48 años de mi vida, creo que esa palabra recogería la esencia.

A veces era una tenue melancolía, otras una honda tristeza, pero al mirar hacia atrás siempre, siempre, siempre, me veía a mí misma atrapada en un traje de infelicidad. Y además me exasperaba el pensar que nada en mi vida justificaba ese pesar. Tenía una familia sin problemas, un buen trabajo, salud,...qué más quería!

Sin embargo, me sentía enormemente sola. Ansiaba tener amigos pero me era muy difícil conectar con la gente. Cuando percibía cierta empatía, me volcaba ansiosamente en esas relaciones. Demandaba tiempo, dedicación, exclusividad. Necesita constantemente pruebas de su aprecio, su interés, en definitiva.....su amor hacía mí. Ahora entiendo que mi actitud se transformaba en presión para ellos y, antes o después, se acababan distanciando. Esto para mí suponía dolorosas decepciones.

Cada mala experiencia, me encerraba más en mí. “Los de afuera” ó me aburrían enormemente ó me herían con su rechazo. Así que vi como único camino prescindir de los demás, buscando en mi mundo interior la solución a mi dolor. Asumí que mi problema sólo podría sanarse de dentro hacía afuera. Las personas que me rodeaban nada tenían que hacer ahí. Así que buscaba respuestas en libros, y en mis propios pensamientos...

Reconozco que mis métodos no funcionaban nada bien y de la mano de la tristeza llegó la apatía.

En un momento de esos en que no puedes caer más ....que no tienes ganas de nada...pensé que el problema era la falta de ilusión. Entonces, haciendo una gran esfuerzo, me colgué un cartel en mi cabeza que decía: “se buscan pasiones”. Tuve éxito en mi empeño porque recuperé aficiones desterradas. No fue un mal principio. Logré iluminar algunos rincones, a veces con luces de neón…...

Sin embargo....aún con ese fuerte impulso, siempre acababa recayendo. El detonante era de lo más variopinto: podía ser alguna circunstancia transcendental...u otra cosa diminuta. Algo tan insignificante como un wassup sin la respuesta esperada, podía suponer mi entrada en barrena. Mi viaje hacía mi sufrimiento interno ya no había forma de frenarlo

Así que en una de esas caídas al vacío , decidí acudir a un terapeuta. De su mano recorrimos un auténtico laberinto. Con mucha, mucha ayuda por su parte, y muchas ganas por la mía, un día fui capaz de mirar con ojos de ver . Y ese día le dije a mi psicólogo: “Luis, me he dado cuenta de lo mucho que necesito a los demás y de lo mucho que me necesitan los demás a mí. He entendido que me quieren, aunque no me lo digan constantemente...”.

He entendido que aprendí lo que pude cuando todavía no sabía que estaba aprendiendo. Ahora sé que en mi infancia y adolescencia pasé demasiado tiempo sola, que pase mucho tiempo construyendo un mundo interno que me ayudaba a no pensar. Ahora sé que aprendí a ser demasiado buena con el coste de olvidar que tenía mis propias necesidades. Y entonces fue cuando me di cuenta que yo todo lo que había necesitado era simplemente, ser una más del grupo….y que como no pude…me convencí de no necesitar a quien no podía tener, a pesar de saber que lo necesitaba. Buscaba con ello persuadirme de que no sufría.

En la terapia fui sanando todas esas heridas de valor y amor y fue entonces cuando empecé a ser capaz de disfrutar de diferentes personas cercanas a mí y también de otras más alejadas. De repente me descubrí a mí misma charlando con mis cinco sentidos puestos sobre cosas triviales, con una casi desconocida hasta entonces, e interesándome por su conversación. Entendí que hay amigos del alma con los que compartir mucho, pero hay amigos que sin ser del alma, también son imprescindibles para una vida sana emocionalmente. Incluso diría que hay “amigos sólo de ascensor”. Todos importan. Todos tienen su rol.

No quiero obviar algo clave en mi proceso. A veces recaigo. Mi monstruito me puede, y acabo transformándome en bicho bola, pero es sólo por un rato. Ya sé que los demás y yo formamos equipo. Que tan importante es contar en mi vida conmigo, como contar con ellos.

Gracias Luis ...por todas tus perlas

 

Mariló Noviembre 2020

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Psicólogo Luis Fernando Rivas
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