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Tratamiento Psicológico
10 mar 2014
Psicologí­a
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Comienzo escribiendo este pequeño texto, el cual nace de la necesidad de explicar una manera muy concreta de trabajar. Desde que ejerzo como psicólogo en Ciudad Real, son muchas personas las que me hacen preguntas que están en la base de este artículo. Somos muchos psicólogos en Ciudad Real, y mi única intención es proponer esta forma de trabajo.

El origen de todo radica en preguntas concretas de personas luchadoras, que me dicen: ¿Por qué yo tengo ansiedad y otras personas no? ¿Estoy cansado de vivir así, por qué me pasa a mi?; “Me da tanta envidia la gente que vive de manera positiva””¿Por qué si ya estaba bien, de repente otra vez mal?”.

Me gustaría dar mi opinión profesional para ofrecer una respuesta a estas preguntas. Y para ello necesito ir incorporando algunos conceptos para dar sentido a la explicación.

Para empezar, me gustaría comenzar por el final, por aquello que tanto malestar nos genera a todos cuando nos toca vivirlo, los síntomas. Hay dos tipos de síntomas:

  1. Síntomas primarios: Para ponerles nombre serían la ansiedad, la tristeza, la vergüenza, el miedo, la sensación de abandono o soledad, la inseguridad, la sensación de desprotección, la sensación de no ser valiosos o importantes, la sensación de estar en peligro o la sensación de no sentirme querido.

  1. Síntomas defensivos: Son aquellos que las personas generamos para compensar y no sentir con demasiada fuerza los síntomas primarios, al menos de manera inmediata. Por ejemplo pueden ser las adicciones, los pensamientos obsesivos, todas las conductas de evitación como por ejemplo la evitación social, evitar salir a la calle o evitar entrar en lugares cerrados. Los desajustes en los patrones de la alimentación, la fantasía o las conductas estructuradas por la rabia o la ira. La hiper-exigencia o el exceso de responsabilidad. Todos estos síntomas y algunos más, intentan proteger a la persona de no sentir síntomas primarios demasiado perturbadores.

“En la queja, está la petición”.

En este momento, me gustaría dedicarán un minuto aquellos que estén leyendo el texto a pensar lo siguiente “Si algún día ustedes están malos y tienen fiebre, cuál será su objetivo: ¿eliminar la fiebre o curar la infección?. Píenselo por favor al menos durante unos segundos.

Tras reflexionar sobre dicha pregunta, a la cual volveré más tarde, me gustaría retomar las preguntas que motivan este escrito, para poder ir al origen de todo. “¿Por qué yo tengo ansiedad y otras personas no?”; “Estoy cansado de vivir así,¿ por qué me pasa a mi?”;“Me da tanta envidia la gente que vive de manera positiva”;”¿Por qué si ya estaba bien, de repente otra vez mal?”.

La explicación a todas estas preguntas debemos encontrarlas en la idiosincrasia de cada persona, es decir, en que cada biografía es absolutamente distinta a cualquier otra.

Desde nuestro nacimiento, todos, tenemos necesidades básicas que cubrir, las cuales van a ir variando a lo largo de la vida en función del momento evolutivo que vivimos. Voy a nombrar algunas de ellas:

  • Necesidad de que identifiquen y permitan mis emociones y de ser regulado emocionalmente. “Soy capaz de tener miedo y ser calmado”.

  • Necesidad de ser estimulado afectivamente. “Soy capaz de recibir y dar afecto”

  • Necesidad de ser protegido. “Soy capaz de vivir en un mundo seguro”.

  • Necesidad de ser querido. “Me siento querido y puedo querer sin depender”.

  • Necesidad de ser valorado. “Soy suficiente, Soy capaz”.

  • Necesidad de que jueguen conmigo. “Puedo sentir emociones positivas y disfrutarlas”.

  • Necesidad de pertenecer a los grupos de mis iguales. “Soy capaz de estar relacionándome con los demás”

  • Necesidad de que confíen en mí. “Yo puedo”.

  • Necesidad de probar mis propios límites. “Puedo equivocarme y seguir recibiendo amor, valía y protección”.

“Toda aquella necesidad no cubierta en algún momento de la vida, será una necesidad repetida y sentida a lo largo de la misma”.

Y todo ello es porque cuando nacemos, nuestro cerebro es como un ordenador vacío, que lo único que trae de serie es un programa llamada Temperamento, el cual hará más o menos fácil la instalación del resto de programas/necesidades. Pues bien, los instaladores responsables de llenar mi cerebro de “necesidades cubiertas/programas instalados” son todos aquellos adultos que me rodean. Tenemos que partir de la base, que dichos instaladores solo podrán instalarnos aquellos programas que tengan en sus propios archivos/cerebros.

Una de las personas luchadoras que trabajo conmigo me decía: “Yo recuerdo que la sensación de amor la recibí de mi abuela, la de protección de mis padres……..”. Gracias a estas figuras vinculares, esta persona, puede utilizar todos sus “programas almacenados-necesidades cubiertas” en su cerebro para hacer frente a todo lo que suceda en su vida.

Pero, ¿Qué ocurre cuando alguna de estas necesidades no ha sido suficientemente cubierta? Pues bien, sabemos que el cuerpo es tremendamente sabio, y hace lo mismo en el dolor físico que en el dolor emocional. Básicamente lo que hace es ir compensándose para seguir adelante.

Pondré para ello un ejemplo de dolor físico: “Un buen día, mis padres me compraron unas zapatillas nuevas, que comenzaron a hacer daño en un dedo del pie. Me hacía tanto daño que aprendí a andar con el pie muy pegado a la parte posterior de la zapatilla, pero para ello y sin darme cuenta cambie mi forma de andar. Cuando pasó el tiempo comenzó a dolerme la rodilla mucho, pero lo que hice fue volver a cambiar mi manera de andar con su correspondiente dolor de cadera. Finalmente era tanto el dolor que me compré una muleta para poder ir y venir sin dolor. Mucho tiempo después comencé a tener mucha fiebre, y en principio parecía que tenía una infección en mi pie.

Lo que no podía entender era por qué ahora, por qué la fiebre ahora, si hace tantos años que me comenzó a doler el pie….?” La respuesta está en que el cuerpo está preparado para compensarse, pero dicha compensación acaba agotando a nuestro organismo y la fiebre es la señal que informa que nuestro sistema inmune está más débil ya que no ha podido eliminar la infección.

Aquí recupero la reflexión de antes: “Si algún día ustedes están malos y tienen fiebre, cuál será su objetivo: ¿eliminar la fiebre o curar la infección?

Ahora pondré un ejemplo de dolor emocional: “Un buen día, mis padres me compraron unas zapatillas nuevas, que comenzaron a hacer daño en un dedo del pie. Me hacían tanto daño que aprendí a andar de una manera distinta porque me daba mucho miedo decirles a mis padres que me hacían daño por si se enfadaban conmigo, ya que habían costado mucho dinero. Recuerdo que cada vez que se enfadaban conmigo sentía como me dejaban solito y con la sensación de que no me querían. Así aprendí a no sentir y a tirar para adelante. Cuando llego la adolescencia y mi noviet@ hacía cosas que no me gustaban, me callaba, por miedo a que se enfadara conmigo. Comencé a tener mucha ansiedad y mucho miedo porque pensaba que me dejaría por otra persona. Cuando crecí, la ansiedad y el miedo iban a más, y también lo sentía en el trabajo cada vez que tenía que hablar con mis jefes. Un día aprendí un truco, el truco consistía en beber una copa de alcohol en el desayuno para no sentir tanto miedo…. Lo que no podía entender era por qué si no bebía esa “copa/muleta”, me sentía con mucho miedo y sentía como si no fuera el adulto que realmente era…….”

Desde este despacho de psicología de Ciudad Real, partimos de la evidencia científica de que el cerebro puede incorporar y satisfacer todas aquellas necesidades no incorporadas tiempo atrás para así poder dejar de sentir todas aquellas emociones que me obligan a coger muletas para aliviar el dolor y es que todo el mundo tiene derecho a no sentir dolor y a vivir felices y tranquilos.

“La felicidad es interior, no exterior, por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que hemos aprendido que somos”.

Para acabar, decir que hay situaciones en la vida que por su dureza y dificultad van a generar síntomas primarios, a pesar de que nuestro cerebro tenga muchos “programas instalados/necesidades cubiertas”. Se sabe que cuando el cerebro recibe demasiado estrés, puede bloquearse y dicho bloqueo puede traer consigo síntomas de tipo defensivo. El objetivo que persigue la terapia es ayudar al cerebro a que pueda digerir situaciones tan estresante como puedan ser la pérdida de un ser querido, una ruptura sentimental o algún tipo de accidente, mediante la reactivación de los mecanismos encargados del procesamiento automático de la información.

 

Luis Fernando Rivas Álvaro.

Tú Psicólogo de Ciudad Real.

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